Como todo lo que implica renuncia, las intolerancias o alergias alimentarias, hay momentos en los que pueden hacerse muy cuesta arriba. Porque hay momentos en los que nos entra antojo de algo que sabemos que no podemos oler ni de lejos, y aunque el abanico de posibilidades cada días es más amplio, nunca nos da todo el fresquito que nos gustaría. Como la parte negativa la conocemos todos muy bien, hoy quiero centrarme en los detalles positivos.
Personalmente veo la intolerancia como una ola gigante. Al principio inundó mi pequeño mundo como un tsunami. De repente y sin avisar. Se acabó el queso, el chocolate, los pasteles, los helados, la carbonara, las salsitas... Pudo conmigo. Mi salida fue esconderme detrás de un muro, y me agarré a la excusa de que un poco hace daño a nadie, o un día es un día. Pero seamos realistas, el plan hacía aguas, nunca mejor dicho, y se colaba por todas partes. Los problemas de estómagos eran permanentes, me despertaba día tras día hinchada y con dolores tremendos de barriga, es decir tal y como me había acostado la noche anterior. Hasta que me planté y dije BASTA.
Si la vida te manda una ola, aprende a surfear.
El cambio esos días fue más mental que físico. Me alejé de la lactosa por completo y empecé a buscar alternativas que me sentaran bien, con los que poder satisfacer los pequeños antojos. La fruta se convirtió en mi mejor aliada en los momentos en los que necesitaba algo dulce. Dejé los alimentos muy industrializados, porque pueden contener lactosa aprovechando sus propiedades endulzantes, conservantes, o potenciadoras del sabor. En vez de quejarme por lo que no podía comer, me alegraba cada vez que encontraba un nuevo producto que sí podía comer. En definitiva traté de que el cambio fuera encaminado a comer más sano y a llevar un estilo de vida más saludable. Y los resultados se notan tanto por dentro como por fuera.
Hoy, siete meses más tarde, ya no tengo que decidir si echo más de menos el queso o el helado. Y este blog es testigo de ello.
Todo en esta vida depende del cristal con que se mire.
¡A disfrutar!
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